
Dejarlo Todo por Cristo: El Camino de un Hombre Hacia la Conversión
Dejarlo Todo por Cristo: El Camino de un Hombre Hacia la Conversion
Mi vida comenzó a cambiar de manera radical. Hasta entonces, mi existencia había transcurrido entre el trabajo, los amigos, los placeres del mundo y la búsqueda incesante de una felicidad que, aunque creía haber alcanzado en muchos momentos, siempre terminaba desvaneciéndose como arena entre los dedos. No había espacio en mi corazón para Dios, o al menos eso pensaba. Pero Cristo tenía otros planes para mí.
Mi conversión no llegó de un instante a otro. Fue un proceso lento, como el cincel que esculpe la piedra con esfuerzo y precisión. Todo comenzó con el vacío que se hizo cada vez más evidente en mi vida. Lo tenía todo y, sin embargo, no tenía nada. Algo faltaba, algo profundo que no podía llenar con dinero, diversiones o reconocimiento. Fue entonces cuando, casi por accidente (o mejor dicho, por providencia), comencé a participar en reuniones con amigos que hablaban de la fe.
Al principio, me sentía fuera de lugar. No sabía ni cómo rezar, ni qué hacer, ni por dónde comenzar. Pero algo en aquellas conversaciones, en la manera en que hablaban de Cristo y su amor, comenzó a hablar a mi alma. Sentía que me llamaba. No era una voz estruendosa ni una revelación espectacular, sino una certeza silenciosa, una invitación a volver a casa.
El camino no ha sido fácil. Dejar el mundo por Cristo implica renuncias. Mis antiguas amistades comenzaron a distanciarse. Muchos no entendían cómo alguien podía abandonar una vida de "libertad" para someterse a lo que ellos veían como reglas religiosas. Pero no era sumisión, era verdadera libertad. Comenzaba a experimentar la paz que solo Dios puede dar.
La lucha interior también fue intensa. Enfrentarse a los propios pecados, reconocer las caídas y aceptar que durante años había vivido alejado de la verdad no es sencillo. Sin embargo, en cada confesionario encontré la misericordia de Dios, en cada Eucaristía descubría un amor que no conocía.
Hoy sigo caminando, con tropiezos, pero con la certeza de que ya no camino solo. He dejado mucho atrás, pero lo que he encontrado supera con creces cualquier sacrificio. Cristo lo es todo, y fuera de él, no hay nada.
Para quien esté dudando, para quien sienta el llamado pero tema el cambio, le digo: ¡atrévete! Cristo nunca decepciona. Puede que pierdas el mundo, pero ganarás el cielo.
Roberto Nardi
Embajador - I AM Catholic