San Pamaquio de Roma

San Pamaquio de Roma

Fue un laico singular: senador, erudito, esposo y testigo de Cristo en medio de una sociedad en crisis. En una era donde la política, la religión y la decadencia se entremezclaban, él supo vivir el Evangelio con valentía y coherencia.

Nacido en el siglo IV en una familia senatorial, se formó en la oratoria y la cultura clásica junto a San Jerónimo, con quien compartió una profunda amistad a lo largo de los años. Contrajo matrimonio con Paulina, hija de Santa Paula, y llevó una vida de compromiso con la fe desde su vocación de esposo y ciudadano.

Pero fue la muerte prematura de Paulina lo que marcó un antes y un después en su vida espiritual. Desgarrado por el dolor, no se encerró en el luto: transformó su hogar en un lugar de caridad, repartiendo sus riquezas y sirviendo personalmente a los pobres y enfermos. Junto a Santa Fabiola fundó un hospital en Ostia, donde él mismo atendía a peregrinos y necesitados.

A pesar de no ser sacerdote ni monje, San Pamaquio vivió con una entrega radical. Defendió la fe ortodoxa contra herejías como la de Joviniano, escribió a papas y obispos, y mantuvo una intensa comunicación con figuras como San Jerónimo y San Agustín. Su compromiso no era solo doctrinal, sino también pastoral y social.

Fue un puente entre el mundo clásico y la nueva civilización cristiana. Vivió su fe como laico comprometido, mostrando que la santidad también florece en quienes se mantienen en el mundo sin pertenecer a él. En su tiempo, fue ejemplo de cómo el poder y la influencia pueden usarse al servicio del Evangelio.

Muró alrededor del año 410, justo antes del saqueo de Roma. Su legado quedó grabado en la historia de la Iglesia y en la Basílica de San Juan y San Pablo, también conocida como Titulus Pammachii, en el Monte Celio.

San Pamaquio nos recuerda que no hay excusas para vivir con radicalidad el Evangelio. Que el dolor puede ser semilla de misericordia. Y que el laico tiene una misión insustituible en la construcción del Reino.

Oración: San Pamaquio, tú que serviste a Cristo en los pobres, en la verdad y en la vida pública, ruega por nosotros. Enséñanos a vivir con coherencia nuestra fe, a transformar el sufrimiento en amor activo, y a hacer de nuestra vida cotidiana un testimonio de esperanza. Que como tú, sepamos ser luz en medio de las estructuras del mundo. Amén.