
Exaltacion de la Santa Cruz
La Exaltación de la Santa Cruz: Cuando el amor abrazó el dolor
Cada 14 de septiembre, la Iglesia se detiene en silencio reverente para celebrar algo que, a los ojos del mundo, parece escándalo y locura… pero que para nosotros es vida y salvación: la Exaltación de la Santa Cruz.
Es una fiesta que nos recuerda que la cruz no es el final… sino el principio de la victoria. No es símbolo de derrota, sino de redención. No es peso… es puente.
Un poco de historia… y mucha gloria
Esta celebración tiene sus raíces en el siglo IV, cuando la emperatriz Santa Elena, madre de Constantino, peregrinó a Tierra Santa y encontró lo que la tradición reconoce como la verdadera cruz de Cristo. Más tarde, fue venerada en Jerusalén con gran solemnidad.
El 14 de septiembre del año 335 se consagró la basílica del Santo Sepulcro, y desde entonces, ese día se honra la Cruz gloriosa de Jesús, no como instrumento de tortura, sino como tronco de salvación.
El misterio del madero bendito
¿Por qué exaltar la cruz?
Porque en ella, el Hijo de Dios se entregó por amor.
Porque en ella, el odio fue vencido por el perdón.
Porque en ella, el pecado fue destruido por la gracia.
Y porque, desde ese día, ningún dolor humano está solo.
Contemplar la cruz es contemplar el amor más puro, el silencio más elocuente, la fidelidad más firme.
Es mirar al Crucificado y escuchar, sin palabras:
“Lo hice por ti.”
La cruz que llevas no es en vano
Todos llevamos una cruz.
Una herida, una pérdida, una carga invisible.
Y a veces, pensamos que es castigo, que es olvido… pero no.
La cruz no es señal de abandono. Es el camino por donde Dios nos redime y transforma.
Cuando abrazamos la cruz con fe, nuestra historia se une a la de Cristo.
Y entonces, el dolor se convierte en ofrenda.
La herida, en canal de gracia.
La debilidad, en fuerza escondida.
Hoy, la Iglesia no solo mira la cruz… la exalta, la levanta al cielo, porque allí colgó el Amor que nos salvó.
Oración ante la Santa Cruz
Señor Jesús crucificado,
te adoramos y te bendecimos,
porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
En ella cargaste no solo con el madero,
sino con nuestros pecados, nuestros miedos y nuestras caídas.
Pero también con nuestra esperanza, nuestras lágrimas… y nuestros sueños.
Enséñanos a mirar la cruz con fe,
a no temer el sacrificio,
a confiar en que todo dolor abrazado contigo
se transforma en resurrección.
Santa Cruz gloriosa,
sé nuestra luz en la noche,
nuestra fortaleza en la prueba
y nuestro camino hacia el cielo.
Amén.