Martirio de San Juan Bautista

Martirio San Juan Bautista

El martirio de San Juan Bautista no solo es una de las escenas más impactantes del Evangelio, sino también una de las más profundas en su significado espiritual. Juan, el Precursor del Mesías, no murió como héroe de multitudes ni como figura de poder, sino como testigo fiel de la verdad, en una celda oscura y olvidado por muchos, pero nunca por Dios.

Desde el inicio, Juan fue un hombre consagrado. Lleno del Espíritu Santo desde el vientre materno, su vida estuvo marcada por la misión: preparar el camino al Señor. Vivía en el desierto, predicaba la conversión y el bautismo para el perdón de los pecados. No buscaba agradar al mundo, sino cumplir la voluntad de Dios.

Su voz firme lo llevó a denunciar el pecado, incluso cuando eso significaba enfrentarse al poder. Denunció públicamente la situación inmoral del rey Herodes Antipas, quien vivía con Herodías, esposa de su hermano. Por ello, fue arrestado y encarcelado. Herodes temía a Juan, pero también lo respetaba. Sin embargo, la venganza de Herodías no tardó en llegar.

En el banquete por su cumpleaños, Herodes, seducido por la danza de Salomé, hija de Herodías, le prometió concederle cualquier deseo. Ella, instigada por su madre, pidió la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja. Aunque entristecido, Herodes cedió por debilidad y miedo al "qué dirán" de sus invitados.

Así fue martirizado el último de los profetas y el primero de los testigos de Cristo. Su cabeza fue entregada como trofeo, pero su testimonio permanece como semilla de verdad. Juan nos recuerda que la verdad no se negocia, que la santidad cuesta, y que el camino del Reino es estrecho, pero glorioso.

Hoy, el mundo necesita profetas que hablen con claridad, sin temor a las consecuencias. Cristianos que no callen ante la injusticia, que no se acomoden a lo fácil, sino que vivan con la radicalidad de Juan.

Oración: San Juan Bautista, voz que clama en el desierto, intercede por nosotros. Danos tu valentía para hablar con verdad, tu humildad para reconocer a Cristo, y tu fidelidad hasta el final. Que, como tú, podamos disminuir para que Él crezca. Amén.

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