
La Asuncion de Maria
La Asunción de María: Un Destino de Gloria que También Nos Espera
Hay en el cielo un silencio que se quiebra con cánticos de ángeles. Una mujer vestida de sol, coronada de estrellas, es elevada por el amor del Padre. No por su poder, sino por su humildad. No por una conquista, sino por una promesa cumplida. Hoy, el cielo se abre para recibir a la Madre de Dios. La Asunción de María no es un relato lejano ni un honor simbólico: es un acontecimiento real y lleno de esperanza para ti y para mí.
Cada 15 de agosto, la Iglesia canta de gozo al contemplar a María, elevada en cuerpo y alma al cielo. No fue arrebatada por privilegio, sino glorificada por gracia. En su carne humana, Dios hace brillar su victoria. Ella, que dijo "hágase" sin saber el camino, que caminó entre silencios, espadas y cruz, es ahora exaltada porque amó sin medida. Es la obra perfecta de la redención.
María no vivió una vida espectacular a los ojos del mundo. Fue esposa, madre, mujer de su pueblo. Oraba en lo escondido, servía con ternura, escuchaba con atención. Pero todo en ella era para Dios. Su alma era un sagrario, su cuerpo una morada santa. Y por eso, al final de su peregrinación, no conoció la corrupción del sepulcro. El cielo la acogió como a la Reina del amor.
En ella vemos lo que estamos llamados a ser. La Asunción no es solo suya; es anuncio de nuestro destino. En ella, la humanidad redimida alcanza su plenitud. En ella, Dios muestra lo que quiere hacer con cada uno de nosotros: levantar nuestra pequeñez, glorificar nuestra pobreza, transformar nuestras lágrimas en eternidad.
Ante tanta belleza, cabe preguntarse: ¿cómo estamos viviendo nuestra vida? ¿Confiamos como María? ¿Dejamos que el Espíritu Santo moldee nuestra alma como lo hizo con ella? La Asunción no es una invitación a soñar con el más allá, sino a vivir el hoy con los ojos puestos en la eternidad. A elegir la humildad, el servicio, el silencio fecundo. A decir "sí" cada día, incluso sin entender.
Cuando el dolor nos toca, cuando la muerte parece oscura, María nos recuerda que la última palabra no la tiene la tumba, sino la Resurrección. Cuando el mundo se llena de ruido, ella nos enseña a guardar en el corazón. Cuando el orgullo nos tienta, su pequeñez nos devuelve la verdad. Ella es maestra de vida y de esperanza.
Contemplar su Asunción es contemplar también nuestra misión: vivir con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo. Trabajar, amar, servir, perdonar, orar, como quien sabe que nada se pierde cuando se entrega a Dios. María fue asunta porque se vació de sí misma. Porque todo en ella fue "para Él".
Hoy te invito a mirar al cielo con confianza. No estás solo. Tienes una Madre que te espera, que intercede, que te comprende. Una Mujer gloriosa que sigue siendo cercana. La que una vez sostuvo al Niño Dios en sus brazos, ahora extiende los brazos para sostenerte a ti.
Santa María, asunta al cielo, Reina de la esperanza, ra, asunta al cielo, Reina de la esperanza, r\u00fuega por nosotros. Enséñanos a vivir con los ojos puestos en el cielo, pero con los pies firmes en la tierra del amor y la fidelidad. Que un día, como tú, seamos recibidos por el Padre en la casa del cielo. Amén.